El pasado sábado 13 de febrero escribí una entrada en mi blog (privado) www.lenguaradas.blogspot.com un bosquejo que complementa a la idea principal de este espacio. El texto es el siguiente:
El campo de la enseñanza de español como lengua extranjera (ELE) cada vez más se va desarrollando como disciplina derivada de la Lingüística Aplicada y de los avances de los estudios en pedagogía y cognición. La naturaleza intercultural tras la idea del uso de nuestra lengua por hablantes no nativos catapulta la importancia de incidir en la gestación de un imaginario de la cultura hispanohablante con verdadero talante panhispánico y no referencialmente centropeninsular ni vallisoletano. La importancia global de la segunda (o tercera) lengua con mayor cantidad de hablantes nativos del mundo y la economía que interviene hasta en los asuntos de comunicación y lenguaje convergen en un escenario internacional en el que es menester que los países cuya lengua oficial sea, "in iuri et de facto", el castellano o el español, asuman y usufructúen el potencial y la necesidad de impulsar su propia marca país e idea de diplomacia cultural mediante el conocimiento, aprendizaje y enseñanza de su realidad, mercado, sociedad, situación, características y lenguas.
Es improrrogable monitorear u orquestar una competencia panhispánica que además de lo esbozado en los últimos años (Meza Morales, 2017; 2019) permita que cada país hispanohablante, desde sus universidades y cancillerías internacionalicen la variación lingüística de esta lengua común, de Cervantes a Shakira, que viene demostrando al mundo entero que no se le puede meter en cintura porque no cabe en su ropa.